Sunday, December 27, 2009

Un Cura Lucha con Dios, Plegarias de Pasion y Locura

In Spanish, 64 pages, only $4.00  at Createspace


 LECTOR AMIGO

    Repasando estos fragmentos que quiero brindarle, no sabía cómo llamarlos. Hasta que me acordé de Jacob. Son cantos de Jacob, ecos de su lucha con Dios, con el ángel de Dios que le dejó cojo, herido en su cuerpo. Pero vivo. Cantos de su gloriosa lucha, de su combate mano a mano con Yahvé.

    Tomo un riesgo al poner en tus manos escritos tan personales. Podrás ver mi cojera, por cual pié cojeo. Pues no son lo suficientemente “correctos” y “cuidados” como para ser obra de un sacerdote, mucho menos de un Legionario de Cristo siempre tan pulcro y medido. Porque no son fruto del cerebro, ni del escritorio, sino de la fragua de mi lucha como sacerdote; son también testigos de mi evolución como cristiano y hombre. He aquí estos humildes titubeos, ni políticos, ni “religiosos”, sino personales, individuales e íntimos.

    En mis treintas, 1975-1982, como Legionario de Cristo, me esforcé por fundar y promover un centro de educación religiosa para adultos, La Escuela de la Fe, en México, DF. Sacerdote y hombre inmaduro, protegido hasta entonces por gruesos muros de seminario y monasterio, entré más y más en contacto con la vida “de fuera”, la vida real. Su alegría, dolor, humor y dramatismo derrumbaron muros y me dejaron vulnerable. Los alumnos me enseñaron a ser humano. Brotaron sensaciones que yo no sabía llevaba dentro, difíciles de manejar, imposibles de reprimir: afectos y atracciones, valores y valentías contrastantes. Algunos amigos me acompañaron. ¡Gracias! Siguieron años de conflicto: me peleaba con Dios, con mis superiores, con todo el mundo, conmigo mismo, mientras comenzaba a amar apasionadamente.

    El ratón despertó y el león rugió. El adolescente que entró en el seminario a los 17 años entregándose sin reservas al  proyecto del Padre Marcial Maciel, Legión de Cristo, había quedado humana y espiritualmente mudo. Entregó su idioma, cultura y nacionalidad a la Legión. La obediencia ciega le ató las manos, el cerebro,  y el corazón.  El trauma afectó también su capacidad de relacionarse y hablar con Dios. Por años no pudo orar.  El ambiente  asfixiante de las casas de formación y apostolado cambió cuando el Padre Maciel mandó a Paul a las Misiones de Quintana Roo. En contacto con la naturaleza y las buenas gentes de esa región comencé a recuperarme.  Mi “promoción” a fundador y director de la Escuela de Fe marcó una etapa ulterior de desarrollo humano al emplear mis dotes de enseñar y curar. El corazón se abrió a Dios y a los hombres –y mujeres.

    En medio de aquel torbellino surgieron los “Cantos de Jacob” mientras trataba de sacar fuerza de mi flaqueza.  Su tono me resultó sorprendente y maravilloso al desatarse la lengua y romper el silencio. Su contenido explica un poco porqué ando cojeando hasta el día de hoy, lejos de México, cerca de los Estados Unidos, pero no lejos de Dios –al menos eso espero. Cojeando pero contento. Luché. Quedé tocado. En el forcejeo retumbaron los latidos del corazón. De madrugada el corazón se desembarazó de sus ataduras al seguir yo el camino.

De Jacob a Israel. Cambio de nombre y de identidad. Perdió y ganó. Mientras bajaba la falda de la montaña iba cojeando; victorioso luchador invencible. Por eso, al ir lentamente renqueando se sentía fuerte, nuevo, contento. Canturreaba…